Una mirada sobre las obsesiones. Análisis de “Historia Del Ojo” de George Bataille. Parte dos.

En la entrada anterior en la que hacía un análisis sobre el relato de Bataille “Historia del Ojo” terminaba recordando la importancia del ejercicio de la empatía con el cliente/usuario desde una posición congruente del profesional y para finalizar la triada que nos propone Rogers sería necesaria la aceptación incondicional de nuestro cliente. Esta actitud nos facilitará la interacción terapéutica desde un sentimiento de consideración y reconocimiento del usuario, independientemente de las actitudes, sentimientos o acciones que este pueda manifestar, especialmente si están referidas a un aspecto tan íntimo como su sexualidad.

La aceptación incondicional requiere de una escucha activa, proporcionar un trato personalizado, evitando juicios de valor sobre lo verbalizado por el cliente sexológico que junto con la empatía y la autenticidad del terapeuta contribuirán al éxito del asesoramiento.

Pero no siempre es posible y reconociendo nuestras limitaciones como decía en la entrada anterior, hay que respetar el rechazo y/o la objeción de conciencia por parte de algunos profesionales, pues todos somos humanos y este sentimiento de repulsión es tan humano como los demás. Desde el reconocimiento de nuestras limitaciones, es desde donde puede realizarse una mejor labor técnica y una mejor intervención, es necesario el respeto de los Principios Básicos de las Personas (usuarias), la Dignidad, la Libertad y la Igualdad. La aceptación de la persona en cuanto tal con sus singularidades y diferencias y la ausencia de juicios de valor sobre la persona, así como sobre sus recursos, motivaciones y necesidades frente a los cuales puede producirse un conflicto ético y que el profesional deberá respetar.

Si bien es cierto que de este modo puede verse fracturada la relación cliente/profesional, relación en la que se establece un vínculo en la que ambas partes vierten sus necesidades; se hace necesario que el profesional siempre mantenga esta relación en el ámbito profesional, para así prestar de mejor modo y de forma más ética sus servicios profesionales. Razón de más que proceda a la derivación si el profesional ve superados sus límites morales.

En resumen, las conductas sexuales y sentimentales necesitan ser socializadas, en inicio es la familia o los pares quienes realizan esta socialización, donde también tienen un importante papel los medios de comunicación. Esta transmisión está relacionada con aspectos biológicos, psicológicos y sociales que implicarán emociones, sentimientos y conductas sexuales. El problema es que la transmisión de esta información no es siempre la adecuada y se hace necesario que en este proceso de información y formación se tenga en cuenta la expresión de los sentimientos y expectativas y por supuesto sería necesaria una adecuada educación sexual ejercida de un modo transversal.

El asesoramiento de los personajes de Bataille es ciertamente muy complejo, pues la deriva de sus sexualidades los hace difíciles de tratar y asesorar, pero en cualquier caso el primer paso sería hacerles reconocer su situación, evidenciar su falta de empatía con los demás que han sido convertidos en simples objetos de sus deseos.

Se requiere, por tanto, una educación (o reeducación) sexual que ayude a las personas a hacerse conscientes del uso del sexo como estrategia para el afrontamiento de otros problemas o conflictos, en definitiva, para la resolución de otros conflictos y que esta estrategia puede no ser la adecuada para el mejor desenlace de estos problemas. Deben adquirirse nuevas competencias para el afrontamiento más apropiado sin el sometimiento y vulneración de los derechos de otras personas y mucho menos de la realización de ilícitos sobre éstas.

La ruptura del vínculo con el cliente, no lo deja desprotegido y evita anteponer (en casos tan flagrantes) la relación con el cliente a la defensa de terceros. ¿Es lícito que el asesinato, la violación y la tortura formen parte de las prácticas sexuales? La respuesta parece obvia, por tanto, la libertad sexual debe tener unos límites. La cuestión no puede ser el respeto absoluto a todas las conductas del cliente, la norma social que nos hemos dado debe respetar unos mínimos éticos que nos hemos propuesto como sociedad y que podríamos encuadrar dentro del respeto a los Derechos Humanos.

Los individuos sometidos a terapia y reeducación deben ser capaces de transformar su realidad y superar situaciones conflictivas que no les permitan vivencias positivas, mejorando sus capacidades y sistemas de valores asociados a la conducta sexual, pudiendo alcanzar así una vida sexual más sana y satisfactoria, a la vez que más consciente y responsable.

 

 

 

 

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