Del analfabetismo sexual español de los 60 a la primera marcha del Orgullo. Hablemos de Arde Madrid.

Hablar de Arde Madrid es sólo una excusa para traer a nuestra memoria nuestro pasado reciente, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir como sociedad. Es una serie muy divertida (no hay nada mejor que reírse de une misma) y recomendable porque es necesario que recordemos y divulguemos entre aquellos que no lo conocieron (especialmente entre l@s y les más jóvenes) cómo eran aquellos días grises, faltos de libertad, donde no tenía cabida la expresión libre de la sexualidad (de ninguna sexualidad) salvo la permitida por el heteropatriarcado, la sexualidad del hombre blanco heterosexual y además muy macho, que en las películas de la época también era representado por Alfredo Landa.

Entonces sólo existía la sexualidad para los hombres y las mujeres eran instruidas desde la Sección Femenina para la exclusiva satisfacción del varón. La sexualidad, en cualquier caso, era reducida a la mínima expresión de la reproducción tal como preconizaba la iglesia y el régimen franquista. Es importante evitar retrocesos en libertades que creemos consolidadas pero que frecuentemente se cuestionan por algunos partidos de la derecha, por la iglesia y por supuesto por las organizaciones afines a estas instituciones.

Arde Madrid ambientada en los sesenta consigue un retrato de los hábitos sexuales de los españoles que ha venido cambiando sin duda a mejor, a pesar que aún hay camino por recorrer. En aquella España en blanco y negro se instaló el glamour de Hollywood encarnado en Ava Gadner y es la libertad en la cama de la Gadner a la que se enfrenta el analfabetismo sexual de los españoles, representado por la sirvienta Ana Mari para la que las relaciones antes del matrimonio eran impensables, representa el espíritu conservador de la sección femenina donde las mujeres debían comportarse como monjas. A las mujeres no se les pasaba por la cabeza tener relaciones sexuales. De ahí el choque cultural que suponía el comportamiento libre y desinhibido de «el animal más bello del mundo». Ana Mari (como muchas y muchos españoles de la época) va a experimentar y a iniciar un redescubrimiento de su sexualidad, a pesar de la imposiciones morales, sociales, religiosas y legales de la época.

Tristemente la educación sexual de aquella España quedaba de la mano de prostitutas, sirvientas además de curas y monjas, así que el cóctel no podía sino ser explosivo. A finales de los 60 se produjo una tímida apertura propiciada por los “progres”, aunque entre la progresía había también mucho machismo y homofobia, que explotó tras la muerte de Franco. Quizá una de las causas más importantes para este cambio estuvo en el turismo que fue impulsado durante los años 60 que supuso un giro en las relaciones entre sexos. No obstante, no fue una evolución homogénea ni exenta de resistencia.

Pero la dura y triste realidad gris era a momentos fugaces teñida de multicolor y a otros era ensordecedoramente amarga y represora. La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social se decretó en 1970, su afán represor tuvo su origen en la Ley de Vagos y Maleantes que se implantó durante la República (4 de agosto de 1933) e incluía en su enunciado a aquellas personas que vagaban por la vía pública sin oficio ni beneficio, como los rufianes, mendigos y proxenetas. Esta ley fue modificada el 15 de julio de 1954 por el régimen franquista con la intención de incluir a los homosexuales. Las medidas que se les podía aplicar eran, entre otras, la prohibición de residir en un determinado lugar, la sumisión a la vigilancia de los delegados gubernamentales o el internado en instituciones especiales con absoluta separación del resto de reclusos – dando a entender subrepticiamente el posible contagio homosexual en el roce con otros presos – (Aliaga, 2013, p.47-48).

En el próximo post haremos un recorrido por los grises años del tardofranquismo para finalizar situándonos en la primera manifestación del Orgullo Homosexual celebrado en Barcelona.