Me congratula ver cómo los discursos y la visibilidad LGTBI en redes sociales e internet es cada día mayor, en especial en un día como hoy en el que conmemoramos la despatologización por parte de la OMS de la homosexualidad como enfermedad, proceso que se inició 1973 con la baja en el DSM-II de la APA y desapareciendo posteriormente su categoría diagnóstica en el CIE-10. Es de interés conocer como el activismo LGTBI tuvo un papel decisivo por el que “La APA suprimió la homosexualidad por cuestiones políticas; no psiquiátricas”.
Cómo decía la creciente preocupación social por la defensa de los derechos e igualdad real de las personas LGTBI en nuestra sociedad se recoge en el “Manifiesto firmado por la Cumbre Social Estatal que reclama que se respeten los derechos de las familias LGTBI” que evidencia cómo nuestra sociedad ha cambiado en los últimos años y a la vez concientiza a la ciudadanía en la lucha contra los variados energúmenos que con autobuses o a hostias pretenden estigmatizar, oprimir o directamente eliminar de nuestro tejido social, la diversidad.
Cuando vemos en nuestras calles actitudes neofascistas y violentas hacia un beso entre dos chicas, hacia dos chicos cogidos de la mano o hacia una persona transexual o leemos en prensa cómo regímenes políticos de corte dictatorial que como es el caso de “Chechenia que tiene campos de concentración para gays”, creo de importancia recordar de dónde venimos para saber hacia dónde queremos ir… y quizá lo más importante… ¿cómo lo vamos a alcanzar?
En la Enciclopedia del Holocausto se recoge en la entrada “La persecución de los homosexuales del Tercer Reich” cómo los nazis estaban interesados en encontrar una “cura” para la homosexualidad y realizaron un macabro programa de experimentación sobre prisioneros homosexuales que causaban enfermedad, mutilación, y muerte para no obtener ningún conocimiento científico. Pero no es necesario remontarse en el tiempo para describir cómo las personas LGTBI han sido perseguidas, humilladas, mutiladas por el bien de la sociedad y en nombre de la religión, la ciencia o la política; hasta hace no tantos años y aun hoy en día tenemos múltiples ejemplos de discriminación, estigma y tortura.
Leopol Estape en su blog L’Armari Obert (que recomiendo encarecidamente, si quieres satisfacer tu curiosidad sobre el hecho homosexual) recoge un artículo sobre cómo era tratada “La transexualidad bajo el franquismo” que recoge como en aquella España el futuro de una persona trans pasaba por la emigración, la detención policial en la cual recibían terribles terapias y en el mejor de los casos podían dedicarse al mundo del espectáculo, la limpieza de hogares y si tenían la suerte de tener pareja dedicarse a hacer las labores de hogar o ser trabajadoras del sexo.
Por su lado Marta Medina recoge en “Maricas, vagos y maleantes: el franquismo contra la homosexualidad” cómo hasta 1979 ser homosexual se consideraba un delito en España y cómo los «invertidos» sufrían una terapia conductista en la que a través de castigos corporales (electroshock) pretendían relacionar el deseo y el dolor y a través de ambas sensaciones provocar una inversión de la orientación sexual y mantener a la persona en el camino recto.
Estas breves pinceladas de la discriminación LGTBI pueden situarnos en un punto que nos permita analizar la banalidad de una acción en el mundo virtual o la necesidad de la vuelta a un activismo radical de lucha por los derechos para las personas LGTBI. Quizá sea tema para otra entrada el valorar cómo la presencia en redes es de trascendencia para la causa LGTBI, de como un me gusta en Facebook pueda tener más valor que el tradicional activismo LGTBI o la normalización del hecho homosexual a través de la visibilización. Y cómo estos dos hechos son para mí trascendentales en la lucha contra la LGTBIfobia con la que mañana amenazo con volver.