¿Por qué Trabajo Social y Sexología?

DELICIAS7

Mi interés como trabajador social por las personas mayores y por la diversidad sexual me condujo durante mi trabajo fin de grado al estudio de las necesidades de las personas mayores y fue durante esta investigación donde se revelaron las conexiones entre el Trabajo Social y la ciencia sexológica. Las personas entrevistadas sentían la necesidad de evidenciar los vínculos entre sus experiencias pasadas, presentes y sus expectativas de futuro, sobre sus carencias y cómo su sexualidad había estado presente durante todo el proceso y había influido en sus entornos y en la constitución de sus personalidades, consecuentemente no hay otro modo de comprender a las personas en su conjunto sino desde una mirada global de aceptación.

La mirada del Trabajo Social desde corrientes humanistas y radicales como es mi caso, pero creo que desde la disciplina del Trabajo Social en su conjunto también debe ser así; es unívoca con la visión del hecho sexual humano como “cosmo-bio-cultural”. La humanidad es diversa y es absurdo embarcarse en discusiones dicotomizantes enfrentando “lo biológico” frente a “lo cultural” lo “masculino frente a lo femenino” como quien enfrenta en el ring a dos púgiles.

Para el hecho sexual humano es imposible establecer límites claros entre los determinantes genéticos, biológicos, ambientales y culturales que están íntimamente relacionados y hasta simbióticos en muchos casos. Es por ello que desde estas posiciones aspiro a unir dos disciplinas que hasta ahora (y en mi humilde opinión) no estaban lo suficientemente conectadas; buceemos y busquemos los puntos de conexión que convierten al hecho sexual humano en un aspecto de interés que incorporar a la amplísima mirada de las trabajadoras y trabajadores sociales.

Los negros bajo la luz de la luna somos azules.

Es conocida por todas y todos la terrible presión ejercida por el hetero-patriarcado sobre las mujeres (todas las mujeres), no nos sobran motivos a las y los feministas para querer cambiar el mundo sólo por esto. Como hombre la violencia de género me avergüenza cada día más y aprovecho la ocasión para exigir medidas de estado para combatir en su origen la violencia existente y prevenir la violencia futura mediante la educación y la desprogramación de hombres y mujeres desde una educación igualitaria. Es necesaria la abolición del hetero-patriarcado que tanto daño nos causa, desde su invisible velo lo impregna todo y llega hasta normalizar conductas que descubriríamos aberrantes si fuésemos capaces de alcanzar un punto de vista exterior.

La violencia estructural que sufren las mujeres también es y ha sido compartida por hombres, quisiera compartir con todas y todos mis experiencias al respecto, y cómo hoy en día soy consciente que tras una larga lucha interior esta perversa ideología me ha constituido como persona y aun hoy en día me sigue limitando y construyendo (a mi pesar).

La idea y necesidad de compartir mis vivencias con todas y todos alcanza una doble motivación: por un lado, la de iniciar con esta primera entrada este blog, con el que llevo soñando algún tiempo y la segunda es recoger las emociones que me ha suscitado el visionado de la recientemente oscarizada (y no sin polémica) Moonligth.

Cuando salí de la sala, en mi cabeza bullían pensamientos, reflexiones, miedos, tristeza, pero también esperanza; esperanza porque somos nosotras y nosotros los que construimos nuestras realidades y, por tanto, las construimos en la dirección que queramos tomar. Que fácil ha sido meterme en la piel negra (casi azul) de Littel/ Chiron/Black, que fácil (y que difícil) ha sido sentir el desprecio y la soledad, que duro es el bullyng homofóbico y sentir la presión social que moldea y construye la personalidad de Chiron hasta convertirlo en el hombre en el que finalmente se reconoce.

Sus miradas, la ternura de sus negros ojos, el miedo, la tristeza, la soledad y la vergüenza se reflejan en el brillo de sus pupilas, qué próximo y cercano me he sentido al azul de su negra piel. No fue necesaria la sangre, ni las palizas para sentir las miradas condescendientes y de desprecio, para sentir la presión de la ideología patriarcal que fueron moldeándome hasta convertirme en el hombre que soy, ni mejor ni peor que otros. ¡Sobreviví! Y aquí estoy.

Nunca había reflexionado al respecto, pero, quizás con los años y las experiencias creo que puedo volver la mirada hacia atrás con más indulgencia sobre mi mismo y los que me rodearon para reconocer en el brillo de mis pupilas, la ternura, el miedo, la tristeza, la soledad y la vergüenza de mi piel azul. Me negué, me escondí, sufrí y deseé sólo, estaba confundido y no supe ni siempre tuve con quien hablar, con quien compartir. No había modelos a quien seguir… y claro la iglesia no ayudó mucho, más bien al contrario. El pecado y el infierno fueron insoportables. Había que tomar una decisión, la elección estaba entre la negación de mis sentimientos y emociones o la iglesia. ¡Ganó el corazón! Por suerte y por el bienestar de mi salud mental… ¡Claro está! Es por todo esto, que desde aquí quiero gritar al mundo: ¡Soy negro, soy mujer, soy gay, soy inmigrante, soy pobre, soy oprimido!

La «dictadura del lobby feminista/gay» si es que eso existe…no pretende obligar a nadie a hacer o ser lo que no quieran hacer o ser. Frente a la dictadura del hetero-patriarcado que ya no podemos seguir asumiendo como lo «normal», las evidencias científicas, antropológicas, sociológicas, biológicas y psicológicas muestran que lo diverso es la ley universal, donde la predominancia de lo femenino es la constante cosmológica.

No habrá verdadera justicia social en tanto que, como trabajadoras y trabajadores sociales, como profesionales del cambio, nuestras actuaciones no vayan dirigidas hacia las propuestas que se nos hacen desde el feminismo y la ideología de género simbióticos al reclamo de los derechos LGTB+ ambos tan denostados por algunos jerarcas de la iglesia y aún por una importante parte del espectro político.